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Sobre un hombre que se vuelve loco muy de a poco. |
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El señor Ícaro se sienta en su cómoda silla giratoria, en el pequeño cuarto donde duerme y escribe su novela electrónica. Será una obra magistral, admirada por miles de millones de personas que desesperadas tratarán de descargarla de las estanterías virtuales, colapsando la vieja Internet. Pensamientos geniales revolotean en su cabeza y empujan su materia gris para ser plasmados en el papel simulado en el monitor.
La historia es de un hombre que viola y mata a la mujer de un afamado novelista. Éste, en venganza, escribe la muerte premonitoria del asesino en un tomo dedicado a la memoria de su mujer y que es vendido como best-seller. A medida que avanza en la lectura del fatal libro, el delincuente consternado ve cumpliéndose cada uno de sus designios y se pierde en un espiral descendente de locura y sugestión mortal. No dejará a nadie indiferente. Será un clásico de literatura posmoderna, universal, de todo el mundo un referente. En ella ha incluido elementos psicoanalíticos y místicos, para darle de qué hablar a los charlatanes. -¡Pero qué sutilmente talentoso soy!- se jacta la voz solitaria de Ícaro, quien ha hallado en la retórica un escape a su aflicción doliente, la congoja de un rechazo y el prejuicio de los hombres. Todos los días, después de su sofocante turno en el matadero, vuelve cargado de ideas inspiradas por la carne fría y muerta que en interminables filas cuelga, en la gélida cámara que se ha vuelto su madriguera.
Hoy ha sido un día particularmente deplorable, y piensa descargar todo aquel ímpetu salvaje y visceral en las vidas artificiosas de las cuales él es dueño. Accede a una carpeta. Introduce la clave que protege su precioso documento. Lleva más de mil hojas en el proyecto, por lo que éste demora en abrirse. Esto lo irrita bastante, pero es paciente y espera. Sus ojos se mueven velozmente, recorriendo líneas al azar para alcanzar de a poco el clímax en su intelecto, en sus nervios, en sus manos.
Ya está.
Ha bosquejado las primeras palabras que está dispuesto a teclear para terminar de una vez el penúltimo capítulo.
–“Cuando Pericles llegaba a las últimas páginas del cual sería el epílogo de su vida, el temblor en sus manos le hizo soltar el libro ya raído y ensangrentado…”- se detuvo para enlazar la oración siguiente, pero de improviso un ruido sordo lo distrae de su labor. Tres golpes a su puerta lo sacan de su yo. E Ícaro sulfurado va a ver qué imbécil lo estancó, y no era más que un miserable vendedor de revistas añejas. Le compra una por impulso irracional, aunque en la portada sale un músico de quien es gran admirador. Cierra la puerta tras de sí de forma brutal. Cae un vaso y el cristal se rompe estrepitosamente. En su frente calva ya se pueden apreciar las venas, que confluyen en dirección a su ceño de piedra. [… to be continued]
cronolucca · Tue Sep 22, 2009 @ 05:04am · 1 Comments |
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Eco del grito urbano (poema). |
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Éste es mi grito sin rumbo un grito ciego, acalambrado que avanza y reclama, en vano por más justicia en el mundo.
Por las esperas ilusas por los niñitos del campo por los poetas sin musas por los borrachos sin manto.
Porque la leyes se omitan porque caigan los magisterios porque se acabe ya el tedio por las gordas que vomitan.
Por los huérfanos encarcelados por las nanas, los juniors, los flacos los esclavos de las pastillas los adictos y operarios.
A esos y a otros busca mi grito sin destilar con la certeza y angustia de quien se va a suicidar
Mi grito partió ya hace mucho y otros también lo gritaron recorre las calles y olvida el tiempo, motivo, y recado.
La opresión mata y somete ideas y amores sublimes ¡muera la opresión! Que le inyecten cianuro, amoníaco, jengibre. Mi grito ya es eco sin vida rebotando en paredes de cemento y a nadie le ablanda el lamento y a nadie le importa la herida.
cronolucca · Tue Sep 22, 2009 @ 04:44am · 0 Comments |
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