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Estoy hurgando en mi memoria. Buscando recuerdos de mi niñez. De mi pasado. Tratando de formar idea coherentes de una maraña de clips de video que se resumen en segundos. Fragmentos que probablemente, daría forma a mi presente.
¿Para que preocuparme? Estoy donde estoy y nada cambiará así recuerde a la perfección cada uno los más de nueve mil días que he vivido en este planeta. Sin embargo se dice que para saber a donde voy, debo de saber de donde vengo, y que de paso sabre donde estoy parado.
Así que comenzaré con esto y trataré de dar forma a cada uno de los cortos clips que rondan mi memoria, tratando de encontrar sentido y señalar consecuencias. Seré, a partir de ahora, mi propio psicólogo.
Además, debo de afirmar que me aterra que cada día que pasa quiero escribirlo y dejar constancia de mis pensamientos. Y que cada día que pasa el rezago de mi proyecto es mayor. Así que debo de ir despacio y constante, en vez de rápido y cansarme en pocos días. Ojala que encuentre resultados favorables en esto y pronto; si es que no los hay, probablemente deje de escribir; así como por momentos dejo de dibujar, de filmar, etc..
Debo de resaltar que no estoy escribiendo esto para que alguien más lo lea. Un libro, una novela de cualquier índole no solo se escribe por escribir. No me hago ilusiones de que algún día este manuscritos, como muchos otros, podría llegarse a publicar. Hoy ví una película, 2012 y de entre todo lo que pude sacar de ella fue algo que no pertenece a la película en sí, una frase que parafraseo: “Mi taza se derrama por tantas ideas, por tantas suposiciones, por tantos “que será”. Mi taza está tan llena que se desborda y el contenido se pierde. Debo de servir solo lo necesario para lo que quiero hacer, llenarla hasta saciarme y luego volverla a llenar. Lo suficiente como para quedar satisfecho y no regar su contenido” Del plato a la sopa se cae la sopa. Hay muchas formas de decirlo. Por lo tanto, no me hago expectativas e esto que escribo. Prometo no hacerme expectativas de nada de aquí a obtener resultados solo con mi trabajo, con mi presente, con mi ahora.
Y por ello..comienzo..

El Sábado 17 de abril de 1982 nació en la Ciudad de México José Luis Barclay Briseño, según sé, a las 8:30 de la noche.
No hay mucho que decir de mis primeros años. En realidad no tengo ni la más remota idea de a que edad me remonto con mi primer recuerdo. Sin embargo existen fotografías. Y en ellas se devela que viví bien.
Soy el segundo hijo de un joven matrimonio. Mi padre es Josñe Luis Barclay Arce y mi Madre María Briseño Arch. Mi hermana mayor, por dos años, Karla María Barclay Briseño.
Puedo describir un poco a mis dos familias y quienes eran mis padres en esos momentos. Pero no estoy seguro de si podré dar una versión fiel de lo que sé. No lo creo, puesto que lo que sé lo aprendí más grande. Así que, me iré directo a mi primer recuerdo y de ahí trataré de encajar mis percepciones cuando hayan surgido y cuando sean necesarias.
Existen dos recuerdos que llegan a mi mente al mismo tiempo.
El primero es de 1985 septiembre 13. No es que mi memoria alcance para recordar en si la fecha. Pero como ha quedado registrada en los libros e historia mundiales como el peor terremoto que azotó la Ciudad de México. Púes es fácil ubicarlo.
Recuerdo la mesa café de la cocina, donde todas las mañanas desayunaba. Recuerdo un vaso de cristal lleno de leche fria con chocolate. La expectativa de tomarlo. Los movimientos bruscos y el vaso cayendo, estrellándose contra el piso.
Obvio lo cinemático de la secuencia ha sido filtrada por quien soy ahora. Pero es en realidad, el primer atisbo de memoria que tengo sin que alguien me diga “te acuerdas de” ó “ cuando eras muy pequeño paso…”. De hecho recuerdo el color de la mesa, pero del resto de los colores y texturas de las cocina fui conciente hasta mucho después y son recuerdos posteriores, que no creo haya tomado en momento.
¿Qué paso ese día, a través de los ojos de los demás? Volveré a eso en un instante.
Mi segundo recuerdo es consecuencia directa del temblor del 85. No consecuencia en mí, directamente, si no en alguien mas. El temblor ocasionó en esta persona una embolia y por ello casi pierde la vida. No la perdió pero quedaron las consecuencias de su ataque.
Mi abuelo paterno, Carlos Barclay (o green, que ya llegaré a eso después).
Recuerdo a mi hermana Karla y a mí en dos escenarios distintos, jugando con cubos y palitos de madera pintados con ventanas. Con ellos Karla y yo formábamos ciudades enteras en casa de mis padres (nuestra casa) y casa de mis abuelos. Recuerdo a mi abuelo Carlos pelear por los cubos con nosotros.
Verán, que los usaba como terapia. La embolia cerebral había reducido sus capacidades motoras y mentales a las de un niño de nuestra edad. Más que percatarnos de que su estado era “malo” a mi hermana y a mi nos parecía divertido por que era como tener otro compañero de juegos.
Recuerdo que esos cubos y esos palitos me asombraban mucho. Hoy día podría con algo de dificultad hacer un símil del estilo de esos palitos con el estilo colonial. Los tejados rojos caían en V y había otras piezas más con las que se podía construir grandes casas. Muchos de ellos tenían grandes patios y eran realmente impresionantes para un niño de mi edad.
Esos son mis dos primeros recuerdos. Tenía solo 3 años durante el primero y no más de 5 para el segundo que en realidad, se extiende dentro de un periodo de dos años. Más o menos, por que a pesar de que heredamos esos juguetes de mi abuelo y tengo recuerdos de ellos después de la muerte de Carlos, mi recuerdo más vivo es cuando el caminaba por el pasillo de piso blanco dentro su departamento, arrastrando los pies y llamándonos para pedir sus juguetes o jugar con nostros.
¿Qué conclusiones puedo sacar de mis dos primeros recuerdos?
Del primero se me viene a la mente algo que Quentin (el actual esposo de mi hermana Karla) me dijo una vez; “La vida de Joy esta llena de frustraciones”
Y el segundo, me llega una conclusión rara, qye he tardado en escribir por corregir una palabra y escribir esto, y es que los juguetes de mi infancia, los más preciados, no eran míos si no eran prestados. Jugaba con mi abuelo pero al mismo tiempo le privaba de su diversión. Para mi era como estar con otro niño así que no “veía el mal que causaba” al esconder los juguetes de mi abuelo.

Así que, ahí lo tienen, mis primeras dos memorias…